Debate
No sé si ha sido el caserío o bien el contacto con la cultura alemana. La cuestión es que mi idea de los regalos ha cambiado recientemente. Hace meses pensaba que en las fechas señaladas, como cumpleaños y Navidades, los bebés y los niños pequeños debían recibir sólo unos pocos regalos para no comprometer su actitud futura hacia el mundo y convertirse en adultos consumistas y amantes del usar y tirar. Sin embargo, ahora pienso que el juego es el modo más importante del bebé y del niño para experimentar el mundo y descubrirlo. Si a ello le añadimos que en el caserío pasamos muchas horas, a diferencia de cuando vivíamos en Bilbao, donde pasábamos mucho tiempo en la calle y en el parque, obtenemos la siguiente conclusión: ¡vivan los juguetes en abundancia! Reconozco que Emma tiene bastantes juguetes y, aun así, todavía me parecen pocos. Sobre todo en estos días de lluvia e inundaciones en la costa cantábrica. La niña compra galletas en su carro de supermercado, juega a los trasvases de fichas y piedras con cajas y el camión, construye torres con el Lego, juega con su avión Playmobil, barre las galletas que se le caen con su cepillo y recogedor, prepara comidas en los platos de juguete con los cubos de madera (además de ayudarme a cocinar bizcochos y mermeladas), pinta y dibuja con rotuladores, ceras y pinturas y, antes de dormir, lee su cuento del aeropuerto y quizá algún libro más. Como decía, pasamos mucho tiempo en casa. Tanto que ahora Emma se ha convertido en mamá y le da teta y pone a dormir a su bebé Mini. Supongo que será el invierno, que en primavera y verano pasaremos más tiempo fuera jugando en la naturaleza, con la arena y con el río y, sobre todo, haciendo carreras en la calle. Pero como os decía, viendo también la cantidad industrial de los juguetes que tienen sus primos alemanes, que viven en ciudades frías y lluviosas, ahora me parece bien que Emma reciba tropecientos regalos. ¿Qué opináis vosotras? ¿Entendéis mi cambio de opinión o creéis que no tengo motivos suficientes para rodearla de juguetes? Que la niña podría jugar con nuestras cosas más a menudo, por ejemplo. No tengáis miedo de llevarme la contraria, ¿eh? ¡Ah! A todo esto debo añadir una nueva concepción del juego: la autonomía del bebé y del niño pequeño. Y es que Emma ya juega sola y sólo me necesita cerca para sentirse segura pero yo ya no intervengo en sus juegos. Otro cambio trascendental en su evolución como persona (del que me siento orgullosísima).
En la imagen, Emma averiguando cómo abrir un gran paquete de Navidad (la bicicleta). El pasado sábado, hablamos sobre ello con los padres de Ian, Erik y Marc y creo que existe una diferencia cultural al respecto. Es decir, en otras sociedades, como era el caso de la alemana y estadounidense, donde los niños pasan más tiempo en casa y éstas son más grandes, los niños tienen más juguetes. Por necesidad, diría yo… En cambio, en nuestras ciudades y pueblos las casas tienden a ser minúsculas pero como contrapartida los niños y los padres pasan bastante tiempo fuera.

Entiendo perfectamente tu punto de vista, aunque no lo comparto del todo… Es cierto que los niños necesitan jugar y que los juguetes les estimulan y enseñan muchas cosas. Pero, por lo menos en el caso de Álvaro, el tener muchos no significa más diversión. Hemos guardado muchos de sus juguetes de Navidad y no por falta de espacio, si no porque nos dimos cuenta de que teniendo muchos casi no prestaba atención a ninguno. Al final, se ha quedado con el tren, un xilófono, un par de coches y puzzles. Y se entretiene mucho más con ellos que cuando tenía todos los juguetes juntos!!!!
A nosotras lo que nos funciona es tener los juguetes repartidos en varias estancias porque como bien dices si los tiene todos juntos se aturulla. Así que tiene los juguetes relacionados con la cocina en la cocina, donde también hace puzles y pinta en su mesa. En el salón tiene el camión y los de construcción. En su habitación el lego, una torre de bloques y el avión y en la entrada de casa, la moto, el bobby car, el carro del supermercado. Vamos, ¡todo lo que tenga ruedas! Pero la pregunta del millón es… ¿le afectará a Emma tener tantas cosas cuando sea adulta? ¿Qué opinas?
Creo que es muy pequeña para darse cuenta de esas cosas. Además, desde mi punto de vista, tú te vuelves un consumista o un caprichoso si todo lo que quieres te lo dan. A Emma todo esto le llega sin pedirlo. Y seguro que cuando pida cienes y cienes de cosas, vosotros sabréis pararle los piés. Besooossss
Uff, Gessami, yo todabia no tengo una opinion formada sobre este tema. Maya es muy pequenya pero entiendo que hayas cambiado de opinion. Aqui en Australia, hay «bibliotecas de juguetes» y las mamas toman prestados juguetes durante 2 semanas para sus pequenyos; no porque no puedan permitirse el comprarlos sino porque los ninyos se aburren de jugar con lo mismo y necesitan cambio.
Quizas puedes hablar sobre esto con los amiguitos/as de Emma y hacer un intercambio temporal cada cierto tiempo – estoy segura que estimula el desarrollo de aprendizaje porque jugar con cosas nuevas significa aprender cosas nuevas pero asi no cae una en el consumismo y en la inundacion de juguetes (al fin y al cabo, siempre acaban jugando con los mismos).
Queria decir «todavia» – estoy con el teclado del iPad y no acierto siempre 🙂 Perdon por las faltas (ni mencionar que no tengo ny tampoco…) (ni acentos…)
¡Hola Silvia! ¿Qué tal estás? ¡Espero que Maya y tú estéis fenomenal!
Lo de las bibliotecas de juguetes me parece una idea estupenda. Cuando Emma era un bebé sí hicimos intercambio de juguetes con Ian, pero supongo que todavía eran muy pequeños y el tiempo que pasaban con un juguete era muy, muy escaso.
Los padres de Marc me comentaron que ya hay iniciativas de este tipo vía páginas web de intercambio de juguetes. Parece interesante, pero no estoy dispuesta a pagar dinero por intercambiar juguetes. Creo que ese tipo de iniciativas deberían ser habituales entre los padres y, por tanto, no tener coste alguno.
Ya he estado hablando con los padres de los compañeros de Emma de la haurreskola y parece ser que al lado de la iglesia del pueblo hay un aula que podemos utilizar por las tardes y donde hay juguetes que todos han ido llevando poco a poco. En unas semanas o meses (ellos todavía no lo saben 😉 quizá convenzo a algunos para que se animen con los intercambios… Je, je!!!
Ana, ¡espero que sí! De momento en el supermercado no hemos sabido pararle los pies y cuando vamos tiene derecho a escoger un artículo, que siempre es un huevo Kinder… O eso o rabietas monumentales. MONUMENTALES. Con pipi incluido. Creo que en parte ya somos clientas non gratas… En fin, espero que cuando sea más mayor sepamos reconducir sus peticiones de mejor manera.
¡Muas!