Semana seis
«¿Podemos cambiar de matrona?», fue lo primero que me dijo mi marido con cara de susto después de salir de su consulta tras la primera visita. Su deseo estaba justificado, además de compartido conmigo. La matrona, que supuestamente es «muy maja», según dijeron en información, nos trató como ganado. Al entrar, ni siquiera nos dio la enhorabuena, a mi pareja no le miró en todo el rato y sus primeras palabras (un monólogo de unos tres minutos) versaron acerca del síndrome de Down y otras enfermedades cromosomáticas y la importancia de la pruebla del triple screening, que en el País Vasco se realiza desde febrero de 2010.
Tras calcular las fechas para practicarme esa prueba de vital importancia (durante la primera y la tercera semana de agosto), le informé que no iba a encontrarme en Bilbao, sino en Castelló con mi familia. Entonces, la matrona me dijo que ya me practicarían la misma prueba en la semana 17, «aunque no es tan fiable». Ajá. ¿Y todo el miedo que me has metido en el cuerpo? «Bueno, si no se puede, no se puede». Qué bien. Qué simpática y empática.
Pero ahí no terminó la consulta. Luego me soltó una retahíla de síntomas propios del embarazo. «Todo penas», según su descripción. Lo más deplorable de todo es que en ningún momento me preguntó cómo me encontraba, qué síntomas tenía y si tenía dudas y preguntas que ella pudiera responderme.
Salimos de la consulta tan anonados por su trato mecánico que se me olvidó explicarle que llevaba más de una semana con diarrea.
Cuando llegué a casa, me leí el mini manual sobre embarazo, regalo de la sanidad pública, y uno de los pocos síntomas por los que una mujer embarazada debe acudir al ambulatorio es la diarrea. Me quedé ojoplática. A la mañana siguiente volví y se lo expliqué. Me trató algo mejor y me dijo que no me preocupara y que si seguía varios días más que pidiera cita con mi médico de cabecera.
Después de atar cabos yo solita, me di cuenta de que tenía gastrointeritis (como varias personas de mi entorno). Estuve casi dos semanas con las tripas revueltas y sin retener apenas nada. Espero que tengáis mejor suerte con vuestras matronas, porque nosotros incluso nos planteamos ir a la sanidad privada.

Te leo y me siento reconocida. Yo tengo la suerte de poder elegir entre la privada y la pública y me he decidido por la pública porque creo que si bien me mimaran más en la privada, el parto es más seguro en la pública y, al fin y al cabo, las pruebas son las mismas (salvo un par de ecografías que hacen de más en la privada, una de las cuales me haré la próxima semana porque hacia meses que tenía cita con mi gine y justo nos hemos embarazado :D)
A lo que iba, yo suponía que en ésta primera cita me daría la enhorabuena, daría alguna pauta, respondería mis dudas, me tranquilizaría, pesaría, tomaría la tensión y me daría una nueva cita. Bien, me ha soltado todo el rollo de carrerilla, no ha respondido nada, me ha dicho que no puedo saber si algo va mal hasta que me hagan la primera eco (dentro de 5 semanas), no me ha tomado la tensión ni pesado (y cómo pretende saber si engordo mucho o poco si no sabe el punto de partida?) y ha quedado en llamarme en abril para la preparación al parto… En fin… he salido con más dudas de las que he entrado, con sensación de haber perdido el tiempo, de que la visita ha sido estúpida y con la angustia de tener que comerme mis palabras ante familiares y amigos por haber defendido la sanidad pública… Ahora la duda es… después de la visita a mi gine la prox semana, sigo con ella, o me arriesgo a sentirme ignorada en la pública? Me dan ganas de hacer el seguimiento por los dos lados ¬¬ (aunque sea invertir el doble de tiempo y esfuerzo) o hacerlo por la privada y aparecer de parto en la pública…
en fin!! Espero que otras futuras mamis hayan tenido más suerte que nosotras dos!!