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Dolor de muelas

mayo 7, 2018 By Gessamí in Belleza, moda, decoración, viajes y otras historias 3 Comments

En realidad, traumatismo oclusal

¡Hola! Mis ya sonoras ausencias esconden dramas cotidianos. Te voy a contar el último, pero sobre todo se lo voy a contar a alguien que algún día lo vivirá y buscará en google «dolor de muelas» sin saber qué le ocurre. Y si llega aquí, quizá mi relato le ayude a identificar su propio drama cotidiano.

Desde finales de julio del año pasado y durante seis meses tuve un dolor de muelas muy fuerte, que intermitentemente paraba lo suficiente para poder tirar con cierta normalidad. Ahora sé que no era dolor de muelas, sino un traumatismo oclusal. No es algo raro, pero es difícil de diagnosticar y hay otra mujer en Bilbao con la que comparto una vida bucal paralela que ha perdido tres muelas –yo una–, ya que hemos terminado en el mismo hospital y en la misma dentista después de nuestro periplo particular.

Desde que era una niña, en mi postura facial de reposo los labios estaban entreabiertos y la mandíbula estaba siempre en tensión. Siempre. Labios, lengua y barbilla no trabajaban lo suficiente. Ello ha derivado en que tengo (tenía, que estoy musculando) los dos labios, la lengua y la barbilla con poca musculatura, por lo que no ayudaban al músculo de la mandíbula, el masetero, a sostenerla. Es decir, el masetero cargaba con todo el trabajo, que es mucho, ya que constantemente hablamos, comemos, reímos, estornudamos, besamos, bostezamos, gesticulamos, etc. Además, cuando estoy estresada o preocupada, tenso la mandíbula aún más. También cuando duermo. Aunque no me rechinan los dientes sí tengo bruxismo nocturno (y sobre todo diurno, diría, porque la peor parte del día llegaba al atardecer). Esto ha creado una carga bestial en el músculo masetero. Al parecer, los dientes pueden actuar a nivel sensitivo (¿neurológico?) como tendones, enviándole información al cerebro. Señales de dolor. Quizá por eso sentía un dolor bestial en un diente que no tenía nervio. Y seguí sintiendo un dolor bestial en el diente de al lado cuando me quitaron su nervio. Es decir, me he arrancado una muela desvitalizada sobre la que tenía un dolor bestial y no imaginario y luego me han desvitalizado la de al lado y seguía con el mismo dolor de antes de la desvitalización y supliqué que también me la arrancaran. No lo hicieron, pero te juro que me las hubiera arrancado todas. La única forma en la que he aliviado ese dolor, ha sido tratándome el músculo masetero con una fisioterapeuta maxilofacial.

Pero, cuando hablo de dolor, ¿de qué dolor hablo? De un dolor que te impide llevar tu vida cotidiana: no puedes dormir más de dos o tres horas seguidas, no puedes trabajar si empieza a pasarse el efecto de la medicación (si empieza he dicho, si el efecto ha terminado te subes por las paredes hasta que vuelva a hacer efecto), no puedes cuidar de tu hija, se te hace cuesta arriba estar con gente, no puedes pensar ni estar de buen humor y, en mi caso, a partir de cierto grado no toleraba el contacto físico. Al atardecer, cuando Emma me cogía de la mano un escalofrío de dolor me recorría el cuerpo hacia la cabeza. Los abrazos, de mañana por favor. Es un dolor que te lleva al hospital porque no sabes adónde ir. En la última visita, ya no podía hablar porque no podía abrir lo suficiente la mandíbula (y porque lo que balbuceaba me dolía).

Y créeme, los dentistas no entienden bien este dolor. No saben diagnosticarlo y lo diagnostican por descarte. Es el último de la fila. Y sólo unos pocos son capaces de diagnosticarlo (he consultado a una docena de dentistas y cirujanos maxilofaciales).

Por orden me diagnosticaron: una endodoncia mal hecha (estaba bien hecha), dos caries (sólo encontraron una), una caries (correcto), una caries subgingival (no la había), una endodoncia que hay que hacerte (me la han hecho, no sé si la necesitaba), una muela fracturada (ahí sigue, no es el problema), posibilidad del nervio trigemio (ni de coñen). El cirujano maxilofacial Joan Brunso fue el primero que acertó el diagnóstico, aunque a mí me costó creerle. ¿Los músculos de la cara? ¡¡¡Pero si a mí me duelen las muelas!!! Era un dolor clarísimo, aunque al principio no podía definir cuál de las dos era. Y de la encía, que tenía inflamada. Y luego una tercera muela. Así que he aprendido la lección: creo que ahora sé lo que sienten los que tienen dolor en los miembros fantasmas. De hecho, en la última visita al hospital coincidí con una mujer sin mano a la que le dolía muchísimo la mano que le faltaba. Ahí estábamos en boxes, ella con morfina y yo con antiinflamatorios por vena preguntándome cómo esa mujer conseguía seguir viva con dolores tan fuertes: «Los dolores de 10 son crisis puntuales y enseguida vengo aquí», me explicó.

El caso es que el doctor Joan Brunso me derivó a la fisioterapeuta Idoia Zabalegui, especializada en mandíbula. La quiero, la adoro. En un mes consiguió que pudiera volver a abrir la boca con una apertura normal (4,5 cm) y con desplazamientos laterales aceptables. En dos meses volví a masticar pan. Pero lo más increíble de todo es que anoche me descubrí, mientas mantenía la posición de reposo que me ha enseñado y después de cuatro meses de rehabilitación, que podía cerrar la boca incluso con la férula (mi nueva amiga) y mantener los labios juntos y los dientes separados. Es un gesto habitual para la mayoría de las personas pero para mí, es un hito increíble.

Ahora sigo con dolor puntual en la mandíbula y oído, y también en la muela (y en el hueco de la muela que ya no tengo), un dolor que si se acentúa me provoca un dolor de cabeza considerable, pero desde que estoy con Idoia no tomo ni enantyums ni nolotils y, lo más importante, duermo, como, trabajo y cuido de Emma con normalidad. Y aún más importante: sé que no son las muelas, sino el músculo, por lo que ya no me estresa sentir dolor en muelas sin nervio o en el hueco donde no hay muela. Por otra parte, no poder dormir más de dos o tres horas seguidas y no poder cuidar de Emma ha sido lo peor de todo. Afortunadamente, ex maridín hizo lo que pudo, mi pareja ha apechugado de lo lindo  y mi padre incluso se cogió vacaciones para cuidarnos en los peores días. En serio, ha sido un INFIERNO. Pero ya ha pasado.

Así que si llegas a este post porque tienes un dolor difuso de muelas y recibes diagnósticos diferentes que no acaban de acertar con lo que te ocurre, intenta buscar un fisioterapeuta especializado en bruxismo y traumatismo oclusales, hazte una férula y, primero de todo y para descartar otros diagnósticos, busca una buena clínica dental que esté equipada con rayos 3D para que te hagan un escáner de la zona afectada (en mi caso, en la clínica del doctor Zabalegui). Si en el escáner no ve nada, quizá lo tuyo, como lo mío, sea un puñetero músculo, así como el tejido conectivo facial que le rodea.

En la imagen, en Berlin cuando empezó este infierno. Dormía en total cuatro horas en tandas de dos horas (de ahí las bolsas) y mi siguiente reflexión de aquella etapa fue que en las redes sociales no mostramos ni vemos la realidad. Sólo momentos fugaces de felicidad. Eso me ha provocado cierta crisis virtual… pero ya me estoy reconciliando 😉

 

Detalles para los traumados:

Me resultaba difícil explicar el dolor pero solía referirme a él como muy agudo, constante y con punzadas. Que empezaba en las muelas y se extendía al oído. Al final también en la cabeza. Pero en las primeras exploraciones en realidad lo que más me dolía a veces era la encía. Luego lo que más me dolía era la muela que me extranjeron (ya no la podía usar sin un dolor de ver las estrellas, también cuando estornudaba y chocaba con los dientes de abajo, eso era lo peor). Luego empezó a dolerme también la muela de al lado y, después, una de abajo del lado opuesto. Nada tenía sentido. Es cuando nada tiene sentido empiezan los diagnósticos dispares, por lo que me empecé a frustrar más y el dr. Brunso me sugirió que se trataba de un dolor miofacial y creo recordar que entre el 5 y el 10% de los pacientes que ve en el hospital a lo largo del mes se debe a dolores miofaciales (dolores de los músculos faciales, en el rostro es donde más músculos tenemos), incluso por sólo dolores de lengua. En todo ese proceso tomé demasiado antibióticos, y confieso que me automediqué, que no sé si hicieron algún efecto o fue un efecto placebo, porque yo sí notaba cierta mejoría a partir del cuarto o quinto día. El asunto es que cuando pensaba que tenía la situación controlada, algo se torcía y volvía a empezar el calvario. Creo, aunque no tengo ni idea, que cualquier momento de estrés o tensión me hacía tensar más la mandíbula y debido a la tensión y dolor previamente acumulados, el dolor volvía con mucha fuerza. Como último recurso, mi dentista actual, Eva Berroeta, me sugirió bótox, que podría inyectarme directamente al masetero el neurólogo de la Seguridad Social. «Durmiendo» al músculo, dejaría de sentir dolor. Sin embargo, aunque ahora me agrada saber que existe ese medicamento, mi fisio y yo apostamos por la rehabilitación del músculo y creo que lo estamos consiguiendo, algo de lo cual estoy enormemente orgullosa. Ahora bien, en esa rehabilitación también incluye relajaaaaaarme. Y eso, con mi vida actual (madre, divorciada, reemparejada, pero no con alguien de la misma ciudad, con familia a 600 km, trabajadora autónoma), me parece una batalla que no sé si voy a conseguir ganar. Pero seamos optimistas. Ommmmmmm…..

Las pedazo raíces de mi muela:

El referéndum

septiembre 20, 2017 By Gessamí in Belleza, moda, decoración, viajes y otras historias 6 Comments

Reflexiones

¡Hola! ¿Qué tal el verano? Nosotros hemos asentado las bases de nuestro nuevo marco territorial después de decretar la independencia tras un referéndum pactado y consensuado. De momento hemos evitado intervenciones judiciales y hemos pactado que mi piso sea el hogar de Emma, con quien de normal vivo yo, y que ex maridín, el cual se está portando como un campeón y la lleva o recoge del cole cada día, habite aquí cuando se ocupa de ella full time. ¿Y mientras tanto que hago? Me exilio a Zarautz al piso de mi compañero (yep, sí, tengo churri nuevo). La creatividad, la serenidad, la empatía, la toma de decisiones consensuadas son…. ufff… cualidades difíciles de encontrar en tiempos de revuelta. Pero más o menos lo hemos conseguido. España no.

Ya sabes que no suelo hablar de política porque aquí somos muchas y cada una tiene su propia ideología, pero estamos llegando a un punto en que creo que es necesario parar, pensar, escuchar y reflexionar desde la sensatez. Y anoche mientras miraba a las alcaldesas Manuela Carmena (Madrid) y Ada Colau (Barcelona) en el programa de La Sexta El intermedio me pregunté ¿por qué cuesta tanto? Porque es muy fácil perder el norte y caer en la tentación de nuestras propias convicciones. Ya lo decía el poeta de mi tierra Joan Fuster: I al capdavall, per circular per la vida, no calen massa conviccions. N’hi basten tres o quatre. Només. Convicciones las justas, bastan tres o cuatro, a lo sumo.

Volviendo a la metáfora del divorcio, si una persona de la pareja lleva años queriéndose separar, ¿se lo prohibirías porque tú quieres seguir estando casada aunque no te quiera o aunque no os queráis? ¿Hemos vuelto al franquismo cuando el divorcio estaba prohibido? En los países del mundo surge de tanto en tanto este conflicto y para resolverlo celebran referéndums, como recientemente en Gran Bretaña. El Reino Unido no quería seguir en la Unión Europea y decidió irse. Y obviamente yo no voté en contra. Ni tenía, ni merecía la oportunidad de votar en su referéndum, aunque me dé pena el Brexit. Sólo Catalunya puede decidir su futuro y los referéndums son la única manera sensata de resolverlo. Y si Catalunya quiere, desea y pide un referéndum es porque probablemente lo necesita.

Carmena recordaba anoche en la tele que Catalunya debe expresarse; que ser independentista no es un delito, sino una opinión; que el Código Penal no está pensado para penar un movimiento social, sino hechos aislados, y dos millones de personas no son actitudes aisladas, y que la Constitución no es la Bilbia, podemos reescribirla entre todos. Recordó también que los objetores de conciencia y los insumisos reescribieron el Código Penal, forzando la abolición del servicio social sustitutorio y la mili. ¿Te acuerdas? El futuro incierto inquieta. ¿Tendré en unos meses doble nacionalidad? Soy nacida en Catalunya…

Me asusta y me da mucha pena que el Gobierno español, el PSOE y el Tribunal Constitucional consideren que preguntar sea un verbo delictivo. Y aún me asusta más que haya gente crea que responder y sentir también lo son. De votar y de decidir ni hablamos. ¿Pero por qué? Estos días creo que la democracia real asusta. ¿Tú también crees que se debería poder celebrar un referéndum pactado y vinculante? (Ya, ya sé que el Estado no ha ofrecido esa oportunidad, pero es el que desearía yo). Y si no crees en los referéndums, ¿cuál crees que sería una posible solución a este conflicto? ¡Besos a todas! ¡Toooodas!

En la imagen, uno de los faros de Belle-ile-mer, la isla que recorrimos andando (bueno, casi) en vacaciones. Los faros ayudan a los marineros en momentos de mala mar y de oscuridad a no perder el norte…

 

Operación biquini

mayo 11, 2017 By Gessamí in Belleza, moda, decoración, viajes y otras historias 5 Comments

Más grasas, menos pan blanco

Desde que Emma nació, ha habido cambios en mi alimentación y en mis desplazamientos y ninguno de ellos ha sido bueno. Camino menos distancia y como más comida procesada para evitar cocinar y, poco a poco, me he ido alejando de la dieta mediterránea, lo cual se ha traducido en unos kilos de más que no sabía cómo sacar de encima. No he hecho dietas, pero estos años he vivido algunas situaciones estresantes que me han hecho adelgazar y luego he recuperado esos kilos con total naturalidad. Sabía que algo estaba pasando… porque antes volvía a los 58-60 kilos y ahora vuelvo a los 65… ¿Qué mierda es esa? Es el punto de peso óptimo, que mi cuerpo calcula según lo que mandan las células adiposas. ¡Puñeteras! ¡Están descontroladas! Bueno, en realidad las he descontrolado yo. Toca volver a reprogramarlas. Los dos últimos años he mirado dietas por internet pero ninguna me ha convencido. Y hacer lo más lógico, volver a cocinar y comprar menos comida procesada, parecía no entrar entre mis planes. Me faltaba motivación y un objetivo asegurado porque sino ¿para qué meterse en este berenjenal? Manolete, si no sabes torear pa’ qué te metes. Y me he quedado con mis 65. Pero el otro día estaba en la Fnac y me llamó la atención el libro ¡Siempre tengo hambre! porque está escrito por un médico, y sobre todo científico, de la Harvard Medical School, que es la institución que hace un par de años se zampó la clásica pirámide nutricional por un círculo que me gusta mucho más.

Pero al grano, ¿cómo caramba reprogramo mis células adiposas para perder cinco kilos y no volver a ganarlos? Según este señor y delgado científico, «la manera más rápida de hacerlo es sustituyendo los carbohidratos refinados (el principal impulsor de la secreción de insulina) por grasas, y tomando las proporciones adecuadas de carbohidratos no procesados y de proteínas durante las comidas y los refrigerios. Con un equilibrio adecuado de nutrientes, tu cuerpo se sentirá bien nutrido y no carente de algo, saldrá del modo de inanición y empezará a perder peso sin resistirse. Sólo tienen que seguir el plan de alimentación, comer cuando tengas hambre hasta saciarte… y parar».

Las proporciones que propone son del 50% de grasas, 25% de carbohidratos y 25% de proteínas las dos primeras semanas; luego reducir las grasas al 40% y aumentar los carbohidratos al 35% varias semanas o meses, hasta que consigamos el peso deseado, para terminar de por vida en 40% de grasa, 40% de carbohidratos y 20% de proteínas, y volviendo a introducir los carbohidratos procesados, si lo deseamos y nuestro cuerpo los tolera.

¿Funcionará? ¿Qué te parece? Según postula el dr. David Ludwig, la grasa buena nos sacia (aceite de oliva, aguacate, frutos secos, leche entera, mantequilla de cacahuete, chocolate de más del 70% de cacao, etc.) y eso es muy positivo para nuestras células adiposas, responsables de mandar la señal de hambre al cerebro. También insiste en la estupidez de contar calorías y de que el viejo lema de «come menos y muévete más» no funciona. Que lo importante es la calidad de los nutrientes para mantener el índice glucémico a raya y encontrar un movimiento o ejercicio que se adapte a nuestros gustos y posibilidades, bajar el nivel de estrés (que también se relaciona con la insulina) y dormir lo necesario. Él observa el cuerpo como un todo, y pide que escuchemos a nuestro cuerpo. El plan de alimentación que propone además es apto para vegetarianos y, una vez reseteadas nuestras células adiposas, invita a introducir el carbohidrato procesado en la medida en que nuestro cuerpo lo tolere bien (y mi cuerpo lo ha tolerado divinamente durante casi toda mi vida). Es decir, se aleja de los extremismos, tanto de las dietas hipocalóricas como de las cetósicas (de la zona, Atkins y paleolítica).

¿Lo conseguiré? ¿Volveré a los 60 kilos?

¿El final del colecho?

marzo 15, 2017 By Gessamí in Maternidad, pareja 10 Comments Tags: colecho

Petición propia

Lo pongo entre interrogaciones por si acaso… Sin embargo, esta es la vez que más segura estoy de que el colecho se está terminando. ¡Y qué pena me da! De repente toda esa gran cama para mí… Y ex maridín siente lo mismo, no te creas. La cosa es que como Emma ha decidido que ahora que tiene seis años va a dormir en su habitación, pues ahí estamos nosotros, acompañándola en su proceso, que es el siguiente: ella nos pregunta ¿Dónde quieres que duerma? ¿En mi cama o en la tuya? Si la vemos fuerte le contestamos que en la suya, le leemos un cuento en SU cama, dejamos las puertas abiertas de su habitación y el dormitorio, alguna luz encendida, y trajinamos en la cocina mientras ella concilia el sueño SOLA. Sola, qué pasote. Había leído en no sé qué post que los niños japoneses duermen con adultos, bien sean los padres o los abuelos, hasta que ellos mismos consideran que es hora de emanciparse, algo que suele pasar a los seis o siete años. Confiaba plenamente en la cultura japonesa –dijo ella sin conocer nada de nada la cultura japonesa– y parece que así está siendo. Así que si por aquí queda alguna lectora de cuando este blog empezó a andar, de aquellas que me escribieron preguntándome sobre alta demanda y niños que no duermen, sí, queridas, ¡hay final para el colecho forzoso!

En la imagen, unas rosas rojas que fotografió Emma en el pasado festival Inspira.

PD: A lo largo de estos seis años ha habido varios intentos para que la niña duerma en su  habitación o que, al menos, concilie el sueño sola. Lo de dormirse sola junto a mí en mi cama hace dos años que lo domina, aunque con trampa: se duerme escuchando El intermedio de fondo o me escucha leer en voz alta el libro que estoy leyendo. Es decir, necesita ruido de fondo. Y lo de dormir en su habitación nos funcionó unas semanas en Mallabia, hasta que decidí que mejor volvíamos los tres a compartir cama porque la mayoría de las noches me quedaba dormida en su cama mientras ella se dormía abrazadita a mí y me levantaba con unas contracturas terribles (cama de 90cm).

Qué decir en malos momentos

marzo 10, 2017 By Gessamí in Belleza, moda, decoración, viajes y otras historias 2 Comments

Manual de protocolo

Las primeras semanas tras decidir que nos separamos fueron momentos críticos, dolorosos, tristes y también sorprendentes. Tenía que repetir, contar y explicar una y otra vez que habíamos decidido separarnos. Al final, era como un loro repitiendo la misma historia e incluso tomé distancia y empecé a observar las reacciones de mi interlocutor. Advertí, quizá, que el cómo reacciona es muy revelador. ¿Es una persona con empatía? ¿Está atravesando un buen momento? ¿O está en crisis perejil o vital? Las conclusiones que saqué es que quien está bien (satisfecho con su vida independientemente de su situación sentimental) respondía de la siguiente manera:

  • ¿Y cómo te sientes?
  • ¿Puedo ayudarte en algo?
  • Deja que te dé un abrazo…

Luego me di cuenta de que he recibido de todas estas personas una valiosa lección y es que, en realidad, su reacción es aplicable a cualquier confidencia demoledora como «tengo cáncer», «estaba de cuatro meses y he perdido a mi bebé», «mi hermano ha sufrido un accidente», etc. No importa qué maldita circunstancia aceche, si preguntamos cómo te sientes, si podemos ayudar en algo y damos un abrazo a esa persona que está sufriendo la estaremos reconfortando profundamente, además de dejarle que se exprese libremente sin condicionar su respuesta. Porque fíjate: cuando preguntamos si estamos bien la respuesta sólo puede ser sí o no, lo cual es un poco terrible, ya que si no estamos bien y decidimos que estamos mal luego viene un incómodo silencio… ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Sabes reaccionar ante una mala noticia? Yo no sabía…

¡Feliz fin de semana!

En la imagen, una foto de verano, cuando pensaba en todas estas cosas.

 

 

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Sobre mí

¡Hola! Me llamo Gessamí y en 2010, embarazada y sin saber muy bien de qué iba esto de la maternidad, abrí este blog en el que sigo compartiendo las cosas que me gustan y los momentazos que tiene ser una madre primeriza. Para cualquier cosa, no dudes en contactar conmigo escribiéndome a info@madreprimeriza.com. ¡Me encanta recibir emails! Saludos desde Bilbao.
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